El conejo (hábitos)

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UN animalito que se cría en algunas granjas o casas subur­banas, encerrado en jaulas especiales o en un corral, es el conejo doméstico, el cual, como todo animal "domésti­co", es descendiente de una especie salvaje. Hasta hace unos 2.000 años, existían solamente conejos salvajes que vivían libres en las islas del Mediterráneo, suroeste de Europa y África del norte. En los primeros años de nuestra era, los romanos comenzaron a domesticar conejos salvajes, acostumbrándolos a vivir en lu­gares cercados llamados "leporarie" (del latín "lepus", liebre, animal al cual el conejo se asemeja muchísimo). A partir de entonces la cría del conejo se difundió prácticamente por todo el mundo, aun cuando en algunos países, como Suecia, Noruega, norte de Rusia, Egipto y Asia, no ha podido aclimatarse.


MODO DE VIDA
El conejo nace por lo común conjuntamente con siete, ocho o diez hermanitos. Está cubierto por una suave pelusa, tiene los ojos cerrados y pesa aproximadamente 200 gramos. Durante unos 30 días es amamantado por la madre (mamífero) y cuan­do llega a un mes de edad comienza a comiscar los mismos ali­mentos de los adultos. A los diez meses, aproximadamente, al­canza su pleno desarrollo y es un roedor perfecto. En la man­díbula superior tiene dos grandes incisivos, detrás de los cua­les existen otros dos más pequeños, rudimentarios (por eso, lie­bres y conejos se denominan duplicidentados), y roe con ellos la comida, de manera muy peculiar, durante la noche, pues el co­nejo duerme muy poco. Un conejo adulto alcanza un peso que varía de 4 kilos para los comunes, hasta 8 kilos tratándose de los conejos gigantes de Flandes. De los 3 a los 4 años el cone­jo comienza a envejecer y sus dientes se ennegrecen. Casi nunca alcanza los 8 ó 9 años, que constituyen el límite natural de su vida, y el promedio no suele llegar sino a la mitad de esa cifra, aproximadamente, debido a que es sacrificado.


VIDA DEL CONEJO SALVAJE
Considerablemente dis­tinta es, por supuesto, la vida del conejo que vive li­bremente, por millones en Australia (donde es consi­derado plaga) y en menores cantidades en África y en Europa. El conejo salvaje vive de preferencia en terrenos arenosos o rocosos y en los bosques, donde puede fácilmente construir madrigueras o utilizar agujeros y grietas. Aun cuando su carácter no es muy manso, suele llevar una vida gregaria, viviendo en grupos a veces numerosos. Tiene un curioso sistema de construir su vivienda, excavando las madrigueras o vivares una cerca de la otra e intercomunicándolas mediante galerías subterráneas. Esta pequeña población subterránea, que constituye el llamado "conejar es la desesperación de los agricultores, ya que los conejos, al abrir túneles bajo tierra, cortan las raíces de las plantas que encuentran a su paso, provocando daños muy graves. Por este motivo y porque su carne es excelente, suele ser cazado sin discriminación alguna. En Australia, donde millones de conejos infestan los campos con los consiguientes perjuicios, se realizan contra ellos periódicas batidas de caza sin lograr contenerlos. Recientement sin embargo, parece haber logrado éxito la inoculación de epidemias destinadas a exterminarlos.


LA JORNADA DEL CONEJO
El conejo no se mueve mucho durante su jornada; su preocupación principal es la de comer. Es un animal voraz y glotón, que diariamente consume una cantidad de alimento equivalente a casi un tercio de su peso. Afortunadamente come de todo o casi de todo y por lo mismo su cría resulta provechosa. La lista de los alimentos que puede consumir el conejo es increíble: heno, hierbas, mazorcas de maíz, habas, algarrobo, frijoles, raíces, tubérculos, coles, hojas y ramitas de los árboles, bayas, semillas y frutas inservibles, toda clase de residuos, etc. El conejo transforma todo esto gradualmente en aproximadamente dos kilos y medio de excelente carne. Contrariamente a una creencia muy difundida, los conejos beben como cualquier otro animal, salvo cuando comen hierba fresca.