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Una gran cantidad de notables coleópteros pertenece a la familia elatéridos. La característica más sorprendente de los topinos y saltapericos o elatéridos es su habilidad para lanzarse al aire; cuando es molestado, el coleóptero se deja caer al suelo sobre el dorso, fingiéndose muerto. Cuando se siente a salvo, tuerce la cabeza y el tórax hacia atrás, empujando una espina especial del protórax casi fuera de la acanaladura en que está situada. Repentinamente la tensión cede. La espina vuelve a su posición inicial con un chasquido, dirigiendo la base de los élitros contra el piso con fuerza tan sorprendente que el pequeño insecto puede ser lanzado a 10 ó 12 centímetros de altura.
De allí el nombre de coleópteros de resorte que se les da, o también el de saltarines o saltapericos. Una destacada especie de zona templada es el elatérido ocelado, Alaus oculatus, un robusto insecto de cinco centímetros de largo. Es negro, brillante, manchado con escamas plateadas. En la cúspide de su gran protórax, dos manchas negras grandes rodeadas por un aro de escamas blancas imitan dos ojos de mirada penetrante. Los elatéridos ocelados se encuentran durante el verano alrededor de viejos tocones y leños, donde viven sus larvas, que se alimentan de madera en putrefacción.
Las Larvas de elatéridos son largas, delgadas, Visas y amarillentas; por ser tan largas y gruesas reciben el nombre de gusanos de alambre. Muchas se alimentan de madera en descomposición. Otras, empero, viven en el suelo, fastidiando a los granjeros al horadar bulbos, tubérculos y semillas de maíz en germinación.
Los elatéridos más grandes y llamativos se encuentran en los trópicos. Entre ellos están los luminosos coleópteros de fuego, o cocuyos, del género Pyrophorus. Algunas de las especies más grandes tienen un doble sistema de luces. Durante la noche, cuando uno de estos coleópteros descansa sobre el tronco de un árbol, dos manchas en su protórax brillan con suave luz verde; cuando levanta vuelo, surge de su abdomen una brillante luz anaranjada.
