Las mariposas diurnas (ropalóceros) se caracterizan por la viva coloración, el vuelo pausado, la forma de las antenas y la posición vertical de las alas en reposo. La oruga, por lo común, ataca a una determinada planta (oruga de la alfalfa, de la col, del tasi, de la pasionaria, del coronillo, etc.). Las ninfas penden de un hilillo o se sujetan a una rama.
Existen en las regiones tropicales, hermosas y gigantescas especies, y notables ejemplares miméticos de forma y color, como la kalima de la India y la cenuflebia amazónica, que simulan a la perfección el aspecto de hojas.
Las mariposas nocturnas (heteróceros), además de los hábitos que le dan nombre, pues su actividad se desarrolla en los crepúsculos o durante la noche, se caracterizan por el vuelo rápido y la forma de las alas, estrechas y fuertes, que durante el reposo se disponen horizontalmente.
Su coloración, en general poco visible, las disimula en la rugosa corteza de los troncos, sobre los que descansan durante el día. Sus ninfas o crisálidas tienen casi siempre evolución subterránea, o se envuelven en un capullo sedoso (p. ej. los bombícidos: el gusano de seda, etcétera).
A este grupo pertenecen especies sumamente dañinas, pues sus orugas son voraces destructoras de bosques, cultivos y granos, como sucede con las procesionarias, las palomitas de los cereales, etcétera.
El adulto (imago) de un heterócero sudamericano, del género Hylesia, es quizá la única mariposa ponzoñosa: su contacto, y aun el de los objetos que haya rozado, provoca una seria dermatitis con terrible picazón.