Características del cárabo común

El anidamiento en el cárabo común
La talla de la hembra del cárabo común suele ser ligeramente mayor que la del macho, aunque, por lo de­más, ambos son muy parecidos. Crían al comenzar la primavera anidando en alguna oquedad de un tronco, en nidos abandonados, algunas veces en edificios o en el suelo, quizá en la madriguera de un conejo. No utilizan material alguno para la construcción del nido y sólo se da una pollada al año. Los 2 o 4 hue­vos, blancos, anchos y elípticos, son incubados por la hembra durante 4 semanas. Su puesta tiene lugar a intervalos de 2 a 7 días, pero la incubación da comienzo con el primero. El cárabo macho aporta la comida para la hembra y las crías durante las primeras 4 o 5 semanas que suceden a la eclosión. Los pequeños buhos pue­den volar ya a las 5 semanas, pero permanecen junto a los padres durante otros 3 meses. Mientras permanecen en el nido se hallan cu­biertos de blanca pelusa que para el tiempo en que lo abandonan se ha convertido en un plu­maje suave y blando de color blanquecino, largo y ahuecado, que muestra un moteado pardo. Llegado su primer invierno mudan definitivamente al plumaje de adulto.


La mayoría de crías perecen
Los cárabos tienen pocos enemigos, pero la mortalidad de los individuos jóvenes es muy alta una vez se han separado de sus padres. Los jóvenes buhos son muy lentos en aprender a alimentarse por sí mismos y, cuando abando­nan a sus mayores, deben buscar cada uno un territorio propio; dado que la zona se halla ya bastante repartida entre los adultos, los jóvenes deben alejarse en busca de terreno nuevo. Fre­cuentemente son expulsados de uno y otro lugar por los adultos, y así les queda poco tiempo para aprender a cazar para sí mismos. El resultado es que son muchas las muertes por hambre entre la población juvenil de los cárabos.


Satánica defensa
La defensa habitual de los adultos consiste en asestar golpes con sus fuertes espolones cuando vuelan sobre el enemigo. En actitud agresiva, que precede al ataque, se inclinan hacia de­lante con las alas extendidas y las plumas del dorso erectas. Otra actitud corriente, de carác­ter defensivo, que el cárabo común comparte con otros buhos, es la llamada "postura ate­nuada". El buho recoge todas sus plumas estrechamente en torno a su cabeza y cuerpo pareciendo así aumentar ligeramente de al­tura, de modo que, en lugar de la redondeada y voluminosa ave que nos es familiar, su forma se hace entonces casi cilindrica. Al mismo tiempo sus ojos cerrados semejan meras ren­dijas que se curvan levemente hacia arriba en sus extremos, confiriendo al animal una expre­sión satánica. La diferencia de las actitudes es tan acentuada que parece tratarse de dos espe­cies diferentes. Los ensayos efectuados han demostrado que la postura o actitud "atenua­da" puede ser inducida por un sonido extraño y cuando visualmente, el buho identifica la procedencia vuelve a la normal relajación.


Sonido misterioso
Al ataque del cárabo común le precede el cla­queo de su pico. El ejemplar domesticado sa­luda a su dueño con un sonido semejante al que se produce chasqueando la lengua, y que onomatopéyicamente puede representarse por un "tut-tut" o "tch-tch". Puede que se trate de una señal o gesto de reconocimiento o con­tento entre buhos salvajes, pero esto aún no se ha confirmado. Las mandíbulas del cárabo se abren y cierran al compás del sonido. A punto de abandonar su percha para lanzarse al ataque, el buho emite el mismo sonido, pero con mayor volumen y menos rapidez, dándole un sentido amenazador. También en este caso el movimiento de las mandíbulas se acompasa con el sonido. Es natural, por consiguiente, que este fenómeno sea considerado como un verdadero claqueo del pico; sin embargo, H. Stadler, que ha llevado a cabo el más com­pleto estudio sobre las vocalizaciones de los buhos, sostiene en Alauda, volumen IV, 1932, que los sonidos producidos por el llamado cla­queo del pico son vocales. Esta opinión ha sido recusada por los ornitólogos. Aun así, se ha oído a cárabos comunes domesticados, que tenían el hábito de saludar a sus dueños con un rápido claqueo del pico, producir tal so­nido, incluso cuando su boca llena de comida impedía que sus mandíbulas entraran en con­tacto. Por otra parte, un cárabo domesticado al que le faltaba la mandíbula inferior y que había sido salvado de la muerte alimentándolo a mano, saludaba aún a sus dueños con el so­nido claqueante del pico.