Universo animal | Las egagrópilas revelan la presa de las lechuzas |
Las egagrópilas son bolas formadas por restos de alimentos no digeridos que algunas aves regurgitan. Las egagrópilas permiten identificar el alimento de las lechuzas y otras rapaces. Como las regurgitan en sitios fijos, donde se acumulan, es posible hacerse una idea de su dieta, recogiéndolas a intervalos y separándolas para estudiar los huesos y restos contenidos en las mismas.
Hace unos cuantos años se analizó en Polonia un gran número de egagrópilas, identificándose los restos de cerca de 16.000 vertebrados. De ellos, el 95,5 por ciento era de pequeños mamíferos, el 4,2 por ciento de aves, y el pequeño resto de anfibios. En Gran Bretaña se han encontrado proporciones similares. Los restos de mamíferos aparecen en el siguiente orden: musarañas, ratones de campo y de ribera, y topillos. Los hay también de ratas negras, ratones caseros e incluso topos, murciélagos y conejos, así como algunas especies de aves, escarabajos voladores nocturnos y polillas; ocasionalmente, restos de ranas y peces son hallados en las egagrópilas. Este análisis revela la improcedencia de su persecución. Las lechuzas, como hemos visto, rara vez cazan aves, y no constituyen una amenaza importante para los faisanes o las gallinas.
Contención de roedores
El gran número de pequeños mamíferos (muchos de ellos perjudiciales para la agricultura) incluidos en la dieta de la lechuza, confirma el útil papel que ésta desempeña en favor del hombre. La cantidad de los mismos que puede cazar la demuestra una observación efectuada en una lechuza americana. En sólo veinte minutos capturó 16 ratones, 3 gófers, una rata y una ardilla. Debemos añadir que esta cantidad impresionante de animales la cazó para sus crías, pero da una idea del efecto que las lechuzas deben producir entre los pequeños animales.
Un nido de egagrópilas
En abril y mayo, y de nuevo en julio, se pueden encontrar montones de presas en el nido; esto indica que las lechuzas están a punto de criar, puesto que el macho recoge alimento suplementario para la hembra. No hacen nido, poniendo directamente sus huevos blancos sobre regurgitaciones acumuladas; el número de huevos oscila entre 3 y 7, aunque puede haber sólo 3 o llegar a los 11. Los incuba la hembra durante cinco semanas, permaneciendo sola en el nido y siendo alimentada por el macho.
Las crías nacen en fechas distintas, porque la hembra empieza a incubar el primer huevo en cuanto lo ha puesto; por ello cada huevo comienza a desarrollarse antes de que aparezca el siguiente. En muchas aves la incubación no se inicia hasta que se hallan en el nido todos los huevos, que por ello hacen eclosión simultáneamente.
Se ha sugerido que los nacimientos escalonados de las lechuzas contribuyen a reducir la necesidad de alimento en el nido, pues de lo contrario los padres deberían aportar grandes cantidades de presas en poco tiempo. Las crías abandonan el nido después de un plazo que oscila entre nueve y trece semanas para buscar sus propios territorios, en los que permanecerán toda la vida.