Más allá del círculo polar ártico viven muchas variedades de focas, caracterizadas todas ellas por un cuello muy corto y por la carencia de pabellones auditivos. Este último detalle es el que distingue a las focas de los otarios (más conocidos como lobos y leones marinos), que están dotados de orejas muy visibles. La foca más conocida puede alcanzar los dos metros de longitud y posee un pelaje de color pardo o amarillento con manchas oscuras. Sus extremidades posteriores están adheridas a la cola y no son utilizables para desplazarse. De ahí que la foca avance a brincos y con cierta dificultad, siendo en tierra un animal más bien torpe de movimientos. En el hielo, por el contrario, se desplaza con más agilidad porque su superficie lisa le permite deslizarse a lo largo de distancias bastante grandes. Sin embargo, su verdadero elemento es el agua, y por eso la vemos zambullirse en el mar a la menor señal de peligro. Es, en efecto, una nadadora muy hábil.