Las orcas viven en familias en todos los mares. Las capturas de nuevos ejemplares —que atraen a los niños en los grandes parques norteamericanos y europeos— fueron realizadas en aguas canadienses bajo protesta del Museo de Ciencias y de los ecologistas.
Al contrario de los delfines, cada orca es diferente para los técnicos y eso permite su estudio. No se necesita esa crueldad, denunciada por los ecólogos más de una vez, de marcarlos como a otros animales marinos y aves para seguir sus costumbres y sus migraciones. Así que a una orca se le llamaba Magdalena y a otra Ana; todas llevan nombre de mujer, aún siendo macho.
Ahora se está tratando de estudiar su árbol genealógico. Las orcas son fuertes, sanas, sin miedo a desaparecer, pero han caído en gracia a los niños del mundo y es ahora cuando van a estar en peligro. Poseen una aleta poderosa de un metro de altura (la hembra) y hasta de dos, los grandes jefes de bandada. Para identificarlas un dato: es raro, por no decir imposible, que dos orcas posean la misma dimensión de aleta, por lo que los conservacionistas llevan siempre un fotógrafo y proceden a la identificación como si fueran a sacar la foto de un pasaporte.
Se ha llegado a hacer un censo de las orcas de la isla de Vancouver en Canadá: son 330 aunque parecen 1,000. Al grupo de orcas siempre juntas se le llama "pod" o "troupeau" y a sus miembros "burgeon" que en francés tiene distintos significados, pero uno es "pinocho". Todo depende de quien está hablando sea un canadiense, inglés o francés.
La orca, fiel a su rebaño
A base de paciencia, los científicos canadienses han llegado a comprobar que a veces, algún miembro del grupo lo deja por otro, aunque siempre termina en el grupo de origen. Como el tigre, cada "familia" (le añadiremos un nombre más a los que tiene) tiene una zona donde vive, procrea y muere, pero a veces dos bandadas se unen y se desunen al cabo del tiempo. En eso son totalmente diferentes a los delfines, más solitarios y fieles. En 1987, los científicos descubrieron que en algunos casos tres rebaños se juntan para formar una "commune" —una comunidad de ochenta a cien ejemplares— jamás más ni menos.
Pero hay siempre orcas díscolas que viven en soledad, que se desplazan más que los grupos y que tienden a llegar hasta a 1,000 km de la costa de Estados Unidos. Los anglófonos canadienses les llaman "transients" es decir, transeúnte o huésped. Este es tan desconocido como cualquier otra especie, porque, además, es más fiero frente a los "residentes".
la. reina del "pod" es la madre, según lo estudiado por diversos grupos canadienses durante 25 años. Reina, pues, el régimen de matriarcado al contrario que entre los delfines. En invierno, después de una gestación de 12 meses, nace una cría que mide dos metros. El recién nacido no se aparta de su madre hasta el punto que apenas la deja nadar o alimentarse. Y si la madre tiene otro cachorro, son dos los que no se apartan de ella para nada. No se ha dado el caso conocido, cruel, de apartar un cachorro de las "faldas" de su madre, pero los científicos lo calificarían de asesinato.
Podemos hablar, pues, de árbol genealógico o de escalón social poniendo en la parte superior a la madre. El segundo escalón nos complica la terminología que hemos utilizado: es el "subpod" formado por diversos grupos maternales. Y el tercero es el ya descrito "pod" que rara vez se agrupa con otro de su misma especie sino temporalmente. En todo caso un cachorro de un "pod" que esté con su madre jamás toma una madre prestada.
Su plato preferido, el salmón
Durante el periodo estival en las costas de Canadá (que es donde más científicamente se le ha estudiado), la orca se alimenta de salmones que aparecen en bandadas para ovar en los estudarios de los ríos del Norte. La pesca, sin dificultades, hace que la orca no tenga que atacar a delfines u otros mamíferos marinos menos corpulentos que ella. Una revista especializada cuenta el caso, único en la historia, de una marsopa llamada "de Dalí" (Phocoenoidea dalli), que se enamoró de una gran orca y le siguió a todas partes sin que a ninguna de las otras feroces compañeras se le ocurriera darle una dentellada no sólo porque no era de su "pod", sino porque no era ni de su raza. Todas las orcas, sin excepción, emiten subidos como casi todos los mamíferos marinos. Un técnico canadiense se ha dedicado a estudiar el lenguaje de las orcas por medio de hidrófonos. Las características de su estudio no fueron publicadas sino en forma de tesis en la Universidad de Vancouver, pero es vox populi que cada "pod" tiene una lengua diferente de las del grupo vecino, lo que le lleva a la orca a distinguir a cualquier intruso. Los canadienses le llaman "dialecto".
Los científicos no han conseguido ligar esa forma de expresión con la formación de los grupos ni tampoco cómo se forman éstos. Los especialistas canadienses, que tienen el mérito de la paciencia de ver lo que pasa a diario entre las orcas de tal o cual bahía o fiord, creen que el grupo se estructura alrededor de un dialecto que va cambiando conforme se van sumando orcas de otra procedencia. Al cabo de 10 o 15 años, todo el "pod" ha unificado el dialecto y es ya una unidad social.
A las orcas hay que dejarlas vivir. Hay cosas lamentables, como aquella de la Antártida en que un grupo de pescadores rusos mató a cuanta orca vio, llegando la matanza a 77 orcas. Las orcas viven como el hombre: de 60 a 80 años (las hembras) y algo menos, los machos. Aunque hoy son el pasto de los parques de atracciones norteamericanos y europeos, al lector se le pide que no capture orcas o colabore a su captura, porque en un acuario no es desconocido que una orca muera a los cuatro o cinco años... de tristeza.
Texto: Paul de Garat