Después de las esponjas aparecieron en el mar las primeras medusas y los primeros pólipos. Con ellos, la evolución dio un gran paso hacia adelante porque, aparte de ser unos animales formados por varias células, tenían boca y estómago.
Sobre la arena ya se deslizaban las primeras lombrices segmentadas y los primeros anélidos, antepasados de las lombrices terrestres y de los insectos, que representaron también una inmensa conquista de la vida sobre la materia inerte, pues ya mostraban una primera e importante diferenciación entre las distintas partes del cuerpo. Eran también muy numerosas las lombrices planas, de muy reducido tamaño y cuerpo casi transparente, carecían de intestinos pese a estar dotadas de sistema nervioso y cerebro.
Es decir, que la fragua de la vida trabajó a pleno rendimiento y creó, con el paso del tiempo, nuevos modelos de animales cada vez más perfeccionados. Finalmente, a principios de la era Paleozoica aparecieron los primeros animales capaces de construirse alrededor del cuerpo una coraza protectora. Eran parecidos a pequeños cangrejos y dotados de varios apéndices para nadar y arrastrarse por el fondo.