Su inmensa jornada de retorno, de más de 35 000 kilómetros lleva a la golondrina ártica a disfrutar de los cortos veranos, tanto de la región ártica como de la antartica. El resto del año lo gasta la golondrina ártica en volar, desplazándose en su camino, por las solitarias extensiones del océano, descendiendo a veces hasta la superficie, para aprehender peces pequeños u otros alimentos marinos. Su nido se encuentra en las regiones situadas al norte.