Universo animal | reptiles | serpientes | Pero lo más sorprendente y desconcertante es su modo de caminar. Sus cuerpos sin patas parece que se deslizan como corrientes de agua que tuviesen vida, sin que aparentemente nada los empuje ni arrastre. Corren sobre piedras, suben por los árboles, se arrollan, y para ello, dibujan las más intrincadas espirales, levantan la cabeza en el aire o pasan a través del más pequeño agujero, todo esto sin que den la impresión al que las observa de mover un solo músculo.
El secreto consiste en que las serpientes andan con el auxilio de sus costillas. Tienen muchas, cada una de ellas unida a una de las vértebras de la espina dorsal; las vértebras, a su vez, están unidas unas a otras por medio de articulaciones de mucho juego, lo que les permite una gran libertad para moverse. Los extremos de cada par de costillas están en relación, por medio de músculos, con una de las escamas que forman como bandas o fajas transversales del abdomen. Así, las serpientes pueden mover independientemente cada uno de estos anillos de escamas y se sirven de ellos como si fuesen patas; se adaptan con sus duros y afilados bordes a la más pequeña rugosidad de la superficie, y al imprimirles un movimiento hacia atrás, empujan hacia adelante todo su cuerpo. Cuando van despacio, al moverse, siguen una perfecta línea recta, pero cuando quieren alcanzar mayor velocidad, tienen que describir con su cuerpo una serie de curvas en forma de S, y entonces, llegan a deslizarse por el suelo con sorprendente rapidez. De todos modos, no es cierto, como podría suponerse si diéramos crédito al relato de ciertos viajeros, que estos animales pueden saltar, ya que a pesar de su marcha veloz, nunca consiguen despegarse del suelo.