Universo animal | reptiles | serpientes | Las serpientes tienen una piel delgada, casi transparente, sobre las escamas y los ojos. Unos cuantos días después de haber nacido las culebritas desechan esa cubierta, lo mismo que su diente de huevo (si lo tienen) y quedan con la nueva piel, que les ha ido saliendo debajo de la exterior.
A intervalos regulares, durante toda su vida, las serpientes mudan de piel. Mucha gente cree que necesitan hacer eso porque la piel vieja les aprieta demasiado y no les permite crecer. Los zoólogos niegan tal cosa. Las serpientes mudan de piel a intervalos regulares, aun cuando no estén creciendo mucho.
Durante algún tiempo, antes de la muda, los colores de la serpiente son muy opacos, la cubierta de sus ojos es de un blanco de humo y el animal no puede ver bien.
Duran así varios días, hasta que sus ojos se aclaran y los colores de su piel se vuelven más brillantes. La serpiente empieza entonces a frotar con fuerza sus mandíbulas contra una piedra o un pedazo de madera áspero. Así logra desgarrar la piel vieja en torno de la boca. A continuación, frotándose contra algo rugoso, la serpiente enrolla la piel vieja hacia la cola, doblada hacia afuera, como cuando se pela un plátano.
A veces se encuentra alguna de esas pieles desechadas, en el campo o en un bosque. Indica la piel con exactitud cómo es el cuerpo de la serpiente. Hay en la piel un agujero que corresponde a las mandíbulas, y otro a la pequeña abertura por donde el animal arroja los residuos de su alimento. En la piel desechada se ven también marcas que parecen pequeñas lentes y que corresponden a cada escama.
Después de la muda, las serpientes tienen un lustre excepcional y los colores de su piel son brillantísimos