Los cascanueces (aves) plantan para el futuro

   Se sabe desde hace mucho tiempo que el nú­mero de cascanueces (aves) varía considerablemente a lo largo de los años y que, de vez en cuan­do, se desplazan en bandadas numerosas hacia el oeste. Durante siglos la llegada de los cas­canueces en otoño ha llenado de pánico a los habitantes de Ucrania, Polonia y Alemania, como augurio de desastre.
   El ruso A. N. Formosov devolvió en 1933 la paz a muchos espíritus cuando demostró la relación existente entre los cascanueces, las se­millas de pinos cembro o arolla y el suministro de pieles a los mercados de Siberia. Los casca­nueces acaparan los piñones introduciéndolos en la tierra o en grietas de las rocas. Ahí las semillas germinan en condiciones mucho me­jores que las que caen naturalmente desde las pinas y quedan sobre el terreno. Las aves, por consiguiente, no hacen otra cosa que plantar para las generaciones venideras, además de ex­tender el territorio de la especie como conjun­to. Pero la cosa llega aún más lejos, porque las semillas de arolla constituyen un alimento muy nutritivo para los jabalíes, venados, osos y ardillas. La cosecha de piñones sufre grandes variaciones; tras una abundante, pueden sobrevenir varias malas o mediocres, llegando a veces a malograrse totalmente.