¿Dónde vive el caracol de Borgoña?

   El caracol de Borgoña habita en bosques templados, setos, canteras viejas y prados, donde suele abundar el carbo­nato cálcico del suelo. En las regiones francesas parece pre­ferir huertas, campos y viñedos; a pesar de que se está volviendo escaso debido a las demandas culinarias y de laboratorio, es todavía abun­dante en el continente europeo. En otoño el caracol se retira a lugares en que abundan hojas secas, o a galerías subterráneas donde sella la boca de la concha con un mucus que se endurece al secarse, formando un grueso epifragma cal­cáreo que indujo a Linneo a denominar esta especie pomatia, del griego poma, tapadera. Esta palabra no tiene relación con la latina de la misma grafía que significa manzana.

   El cara­col de Borgoña sale de su hibernación en abril o a principios de mayo, pero si el tiempo es seco se retira por varios días o incluso meses. En tales condiciones, el grueso epifragma hibernal no llega a formarse; solamente aparece una membrana delgada o una sucesión de ellas. El pie húmedo y permeable hace que el caracol sea muy sensible a la humedad y, cuando el aire es seco, pierde gran proporción de agua, pero después de llover absorbe también mucha agua a través de la piel. Como resultado, el peso y el contenido de agua de cada individuo está variando continuamente, con diversas repercusiones en el funciona­miento del cuerpo. El comportamiento del caracol minimiza estos efectos, por lo que es muy difícil encontrarlo, cuando el tiempo es seco, en un lugar en que en días húmedos se pueden ver por centenares, en extraordinaria acumulación.

   En cautividad, el caracol de Borgoña come lechuga, salvado y muchas otras cosas, pero en estado natural se alimenta de materia vegetal en descomposición y de varias plantas, aunque también demuestra gran predilección por las hortalizas y estropea las plantas culti­vadas. Tiene una pequeña mandíbula fija en el cielo de la boca y la lengua rasposa y estre­cha, la rádul, que presenta cientos de dientes dispuestos en hilera.


Cortejo complicado del caracol de Borgoña
El apareamiento se realiza tan pronto como el caracol de Borgoña sale de la hibernación y, generalmente, ocurre de noche. Aunque un mismo individuo posee órganos sexuales masculinos y femeninos, la fecundación es alogámica (cruzada). Antes del apareamiento se desarrolla un complicado cortejo, que puede durar varias horas o incluso más de un día. Primero se alzan con el pie pegado al de su pareja. Después, a menudo sosteniéndose únicamente sobre las puntas de las conchas y la parte posterior del pie, se balancean de un lado a otro, acariciándose con los tentáculos; por fin, cada caracol pro­yecta por su lado derecho un tubo calcáreo de 0.8 mm de longitud, que se clava en el pie del otro como parte del ritual o, más exactamente, como un eslabón más en la cadena de estímu­los necesarios para el intercambio de esperma­tozoides. Cuando éstos han pasado de un cara­col a su pareja, ésta se separa, y cada uno guarda los espermatozoides del otro hasta que los huevos maduran. Los 10 o 15 huevos de 0,5 mm de diámetro, son puestos cuatro o seis semanas más tarde, rodeados por una cubierta calcárea. Son de color blancoverdoso opales­cente y, gradualmente, se vuelven de un color blanco mate.

   Los huevos son depositados en un agujero excavado en la tierra suelta y húmeda, que mide de 5 a 7 cm de largo. El caracol de Borgoña excava esta galería con la parte anterior del pie, mientras la concha permanece por encima del nivel del suelo, y después de la puesta cierra el agujero. Los pequeños caracoles salen del huevo a los 20 o 30 días, según las condiciones del tiempo; sus conchas tienen 0,8 mm de diá­metro. Lo primero que hacen es comer los restos de los huevos. Alcanzan su pleno des­arrollo al cabo de uno a tres años.