Un metazoo es cualquier organismo pluricelular correspondiente a la segunda de las dos grandes divisiones del reino animal.
El nombre—del griego meta, que significa después—impuesto por Haeckel en 1877, indica animales que siguen a los protozoos y cuya estructura es opuesta a la de éstos, la cual es unicelular. Los metazoos se caracterizan por estar constituidos por un gran número de células, especializadas para una función determinada y agrupadas en forma de tejidos; tales tejidos se originan en tres capas embrionarias germinativas: ectoderma, mesoderma y endoderma. De esta manera la diferencia entre los organismos unicelulares y los multicelulares no es sólo de cantidad en cuanto a sus células, sino también de modificación estructural.
Tal diferenciación no es, sin embargo, absoluta, ya que hay formas de protozoos como los volvócidos, que forman agrupaciones o colonias de individuos con tendencia a diferenciación entre células sexuales y somáticas. Existe también otro grupo, el de los mesozoa—del griego mesas, que significa medio—o animales intermediarios, el cual continúa siendo muy discutido a pesar de haberse atribuido a dicho grupo más de 40 especies. Un primitivo animal denominado por Frenzel Salinella salvae, e identificado como prototipo de mesozoo, fue descubierto en Córdoba, Argentina, en 1892, pero nunca volvió a encontrarse y hoy se supone sea la forma larval de algún otro animal más evolucionado.
Desde un punto de vista general, el subreino de los metazoos puede dividirse en dos grandes grupos: invertebrados y vertebrados. Los primeros, más numerosos, encierran el 92 por ciento de todos los animales conocidos, separados en 30 tipos de organización (Phyla), con un total de 930.000 especies vivientes de las cuales 820.000 pertenecen a los artrópodos (insectos y crustáceos), cerca de 80.000 a los moluscos. La totalidad de los vertebrados (peces, reptiles, aves y mamíferos) cuentan sólo con unas 65.000 especies.