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LA SENSIBILIDAD DEL TOPO
La agudeza de los sentidos del topo no justifica la popularidad del mote de "topo" al individuo torpe o de cortos alcances. Lejos de estar embotados, el olfato, el tacto y el oído son singularmente sutiles.
Sus ojos son diminutos, ocultos bajo repliegues de la piel, y sólo los descubre cuando sale a la superficie.
La sensible extremidad de la trompa, profusamente provista de terminaciones nerviosas, con sus vibrisas (pelos táctiles) le permiten apreciar la consistencia del terreno que horada y la posición y el movimiento de sus presas. El órgano de la audición no se nota a simple vista porque carece de pabellón externo, que sería un obstáculo para los movimientos del animal.
Además del oído, es la sutileza de su olfato la que guía al topo hacia las larvas, lombrices y gusanos.
LA URBANÍSTICA DEL TOPO
Es notable la habilidad con que el topo cava sus extensas e intrincadas galerías (en una noche y en terreno húmedo, puede hacer más de cien metros de túnel).
Estas galerías, que habitualmente se disponen de acuerdo con un mismo esquema, pueden ser de dos clases: las que se destinan a vivienda, con un sector más amplio en el que se instala el nido, acolchado con hojas secas y musgo, y las reservadas para la caza, galerías secundarias que abarcan bastante espacio y que luego de ser frecuentadas un tiempo prudencial, son abandonadas.
Con sus patas anteriores el topo efectúa la remoción del terreno ayudándose con el cuerpo; con ellas comprime la tierra suelta contra la bóveda de la galería y expulsa parte de la misma.
La cámara del nido, lugar de descanso y de cría, generalmente está situada debajo de macizos de vegetación, y no a mucha profundidad (medio metro). La red de galerías que la circundan constituyen los pasillos que llevan al terreno de caza y los caminos de escape para casos de peligro.
Por lo general, estos pasillos se advierten desde el exterior porque la destrucción de raíces hace que las plantas presenten un aspecto mustio.
El topo recorre incesantemente sus campos de aprovisionamiento: día y noche, salvo breves lapsos, busca afanosamente dentro de las galerías gusanos y lombrices. Como no tiene letargo invernal, durante esa estación profundiza sus túneles en busca de larvas, y para alejarse, además, del suelo helado.
Dentro de su cubículo el topo se desplaza con una velocidad de cerca de dos metros por segundo.