Los cánidos

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En 1699, cuando el navegante inglés Guillermo Dampier desembarcó en las costas occidentales de Australia (continente que en ese entonces era casi completa­mente desconocido), se sor­prendió de la particular agresividad de algunos animales muy parecidos al perro. Com­probó que ningún animal del continente se hallaba en condi­ciones de hacerles frente; has­ta los veloces canguros eran fáciles víctimas de sus ataques.
Esos animales, terror de to­da la fauna australiana, son los dingos, que pertenecen a la familia de los cánidos.
Hay que reconocer que pre­cisamente esta familia, la de los cánidos, es la más variada del reino animal, pues com­prende individuos de los tipos más diversos. Basta conside­rar que a ella pertenecen: el feroz lobo; el astutísimo zorro, el agresivo dingo, el ladino chacal, y el bueno y fiel perro, que más que ningún otro ani­mal es adicto al hombre.
El área de distribución de los cánidos se extiende desde los tristes desiertos helados de la zona ártica hasta las cáli­das regiones tropicales.

DIENTES Y UÑAS: DOS EXCELENTES ARMAS
Como todos los animales que pertenecen al orden de los carnívoros, los cánidos tienen dientes y uñas bastante desarrollados y fuertes. Éstos constituyen una excelente arma ofensiva que les permite atacar a las presas de las cuales se nutren. Efectivamente, a excepción del perro doméstico, que es alimentado por el hombre, los otros animales de la familia, que viven en estado salvaje, deben alimentarse por sí mismos.