¿Cómo consiguen las rémoras adherirse a los tiburones?


   Las rémoras siempre han llamado la atención de las gentes del mar. El hecho de tener una ventosa ovalada en la cabeza, que les permite adhe­rirse fuertemente a las superficies planas, las ha hecho acreedoras a una especial consideración. Los antiguos les atribuían una fuer­za prodigiosa, y hasta llegaron a creer que, en la batalla de Anzio, las naves de Antonio fueron derrotadas a causa de las rémoras, que adhi­riéndose a sus quillas les impidie­ron avanzar. Se trata evidentemente de una leyenda, puesto que las ré­moras no miden más que 40 centí­metros de longitud y no poseen la fuerza suficiente como para obs­taculizar los movimientos de una embarcación.
   Las rémoras, además, sólo utilizan las ventosas para que las transpor­ten cómodamente otros peces. Sue­len adherirse sobre todo a las zonas abdominales de los tiburones, y les siguen en sus correrías de caza, co­miendo las sobras de ellos. A veces, sin embargo, se separan de ellos y recorren los mares cazando por su cuenta.
   La rémora (Echeneis remora) perte­nece al orden de los acantopterigios y a la clase de los teleósteos, la misma de las sardinas y los lucios.